La antigua imagen de Atenea Alea, y con ella los colmillos del jabalí de Calidón, se los llevó consigo el emperador romano Augusto, después de vencer a Antonio y a sus aliados, entre los que estaban todos los arcadios excepto los de Mantinea. Parece que no fue Augusto quien comenzó a llevarse ofrendas e imágines de dioses de los vencidos, sino que se hacía uso de una antigua costumbre.
En efecto, cuando Ilión fue capturada y los griegos se repartieron los despojos, a Esténelo, hijo de Capaneo, le fue entregada la xoana de Zeus Herceo; y mucho años después, cuando los dorios se establecieron en Sicilia, Antifemo, el fundador de Gela, después de saquear una ciudad de los sicanos, Ónface, trasladó a Gela una imagen hecha por Dédalo.
También el rey de los persas Jerjes, hijo de Darío, aparte de lo que se llevó de la ciudad de Atenas, sabemos que cogió de Braurón primero una imagen de Ártemis Brauronia, y luego, acusando a los milesios e haber actuado con cobardía cuando lucharon por mar frente a los atenienses en Grecia, se apoderó del Apolo de bronce de Bránquidas. Después, con el tiempo, Seleuco había de enviarlo a los milesios, pero todavía en mi tiempo los argivos retienen las imágenes de Ártemis que tomaron de Tirinte: una imagen de madera está junto a Hera, y la otra está ofrendada en el santuario de Apolo Licio.
Los de Cícico, obligando por una guerra a los de Proconeso a unirse con ellos, se llevaron de Proconeso una imagen de la madre Dindimene, que es de oro, con el rostro hecho de dientes de hipopótamo en lugar de marfil. El emperador Augusto siguió una tradición establecida desde antiguo y en uso entre griegos y bárbaros. La imagen de Atenea Alea en Roma está entrando en el foro hecho por Augusto. Ella está allí colocada y es toda de marfil y obra de Endeo. Dicen los encargados de las maravillas que uno de los dientes de jabalí se rompió y el que queda todavía está en los jardines del emperador, en un santuario de Dioniso, siendo su perímetro de una longitud de aproximadamente media braza.
PAUSANIAS, Descripción de Grecia, VIII, 46, 1-5
Lorenzo A. Castro: La batalla de Accio, 1612
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